Los dos primeros dibujos conservados de Miguel Angel, que probablemente datan de la etapa de aprendizaje con Ghirlandaio y del período que pasó estudiando en el Jardín de los Médicis (1489), son copias de Ghirlandaio, Giuotto y Masaccio. Ambas copias, a sanguina – una de las cuales aún se conserva en la casa Buonarroti, donde antes se guardaba la otra hasta su traslado a Haarlem- , evidencian la timidez propia de un principiante a la vez que algo que acabará constituyendo una característica del arte de Miguel Angel: su fidelidad a la obra original al tiempo que la modifica introduciendo ciertos detalles secundarios con el fin de adaptarla a su gusto por la sencillez.
Posteriormente en un segundo grupo de dibujos, no se contentó simplemente con imitar sus modelos; los perfeccionó y desarrolló sus tendencias inherentes. Tales dibujos expresan con una intensidad hasta entonces desconocida el efecto de espesor y movimiento de los materiales, su peso y, al mismo tiempo, la fuerza del cuerpo que revisten. De esta forma Miguel Angel confiere a las figuras una solidez y monumentalidad nuevas. La relación causa-efecto entre el cuerpo y la indumentaria, que apenas se insinúa en sus modelos, acaba volviéndose el centro de interés de Miguel Angel, el cual estimulado por el nuevo aspecto que cobran así sus figuras, transforma también las cabezas, confiriéndoles una expresión de intensidad psíquica y una gravedad de las que carecen sus prototipos. Los cuerpos adquieren un ritmo orgánico, como si se los hubiese creado a partir de una sustancia maleable. Sin un solo gesto que quiebre la línea de sus compactas siluetas, las figuras reflejan una vitalidad interna muy superior en virtud tan sólo de su volumen y peso
Posteriormente en un segundo grupo de dibujos, no se contentó simplemente con imitar sus modelos; los perfeccionó y desarrolló sus tendencias inherentes. Tales dibujos expresan con una intensidad hasta entonces desconocida el efecto de espesor y movimiento de los materiales, su peso y, al mismo tiempo, la fuerza del cuerpo que revisten. De esta forma Miguel Angel confiere a las figuras una solidez y monumentalidad nuevas. La relación causa-efecto entre el cuerpo y la indumentaria, que apenas se insinúa en sus modelos, acaba volviéndose el centro de interés de Miguel Angel, el cual estimulado por el nuevo aspecto que cobran así sus figuras, transforma también las cabezas, confiriéndoles una expresión de intensidad psíquica y una gravedad de las que carecen sus prototipos. Los cuerpos adquieren un ritmo orgánico, como si se los hubiese creado a partir de una sustancia maleable. Sin un solo gesto que quiebre la línea de sus compactas siluetas, las figuras reflejan una vitalidad interna muy superior en virtud tan sólo de su volumen y peso
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